29 agosto, 2013

MONSEÑOR VLADIMIRO BORIC CRNOSIJA


Hace 40 años... una tarde de agosto murió el Pastor que me dio a conocer e inculcó en mí el amor por la gente y la geografía de Magallanes. Su impulso late aun en mi corazón y no puedo recordarlo sin que se humedezcan los ojos. 

Quisiera que  muchos supieran de Él, y recordarlo tras cuatro décadas. 

Algo podrán apreciar en las palabras que escribió Don Héctor Muñoz Brañas -discípulo suyo- y que aquí reproduzco para ustedes.


"El P. Mayorino Borgatello bautizó a Jorge Américo Vladimiro Boric Crnosija, nacido en Punta Arenas, el 23 de abril de 1905. Sus padres Juan y Natalia, migraron de Croacia. Sus hermanos lo llamaban Vladimiro. Con este nombre fue matriculado en 1911, en el colegio san José. En 1917 fue recibido en el seminario de Macul, en Santiago y de allí, enviado a Turín, Italia, a estudiar  teología. En 1930, el 18 de enero, mons. Arturo Jara Márquez, lo ordenó sacerdote en la iglesia vicarial, la Catedral de hoy.

Los magallánicos lo conocimos como el P. Vladimiro Boric y estuvimos muy contentos cuando en 1949, el Papa Pío XII lo nombró nuestro primer Obispo Diocesano. Fiel a su lema “Venga a nosotros tu reino”, trabajó y veló por la gloria de Dios, lo que tradujo en obras palpables, organizando la catequesis, la liturgia y la asistencia social, además de darle un impulso notable al trabajo en los Medios de Comunicación Social.

Tres características brillan en la personalidad de Mons. Boric: su devoción mariana, su sensibilidad artística y su capacidad para hacer amigos.

Incentivó la devoción a la Virgen con los Congresos Marianos, las grutas de Lourdes y las procesiones clásicas en la región.

Su sensibilidad artística florecía en el arte dramático, en la poesía y en la composición de entusiastas himnos, como el que todavía cantan y marchan los alumnos del san José. Una riqueza magallánica fue por largos años el cuadro dramático Virtus, semillero de empeñosos artistas y cuyas representaciones eran un alegre paréntesis de encuentro familiar en las grises tardes de la larga estación de sombra de nuestra ciudad.

“La amistad nos acerca a Dios” fue el pensamiento suyo que lo llevó a fundar el movimiento laical magallánico llamado Amicat: “Amigos Católicos”, colectivo en el que encontraron un espacio de cordialidad donde formarse continuamente en el Evangelio y proyectarse a la comunidad.

Las ansias sintetizadas en su lema, lo llevaron a visitar todos los rincones poblados de su Diócesis en la Patagonia, la Tierra del Fuego y hasta la Antártica. Reunirse con las autoridades le era tan gustoso como juntarse con los Ovejeros en las estancias o con los Loberos en Puerto Williams: a todos los sabía entretener con sabrosas anécdotas, chistes blancos de larga duración o cuestiones de ingenio que él llamaba “cuchufletas”.

A los sacerdotes que se movían en la pastoral ambiental, donde a menudo hay ocasión sobrada para discutir, controvertir y discrepar, les aconsejaba no entrar en terrenos minados. “Polémica que algo queda”, solía decir, parafraseando al “miente, miente” de Voltaire.

Vladimiro Boric, hijo de esta tierra de pastores, fue por sobre todas sus circunstancias, Pastor. Con ese espíritu sus prioridades eran las personas. En sus años mozos, sus alumnos de los colegios de Iglesia y del Liceo Barrera donde esperaban sus clases con interés cinematográfico, por el uso del suspenso con el que lograba mantener la atención y la asistencia a sus clases. Más tarde fueron los jóvenes de la Acción Católica especialmente los llamados entonces “Centros internos” que surgían precisamente en el interior de los centros de estudio en los últimos años de Humanidades.

El P. Boric junto al P. Alberto Hurtado en su visita a Punta Arenas

Como Párroco manifestó su cordialidad pastoral sin distingo de personas, pero con mayor sensibilidad por la gente mayor, tan a menudo dejada de lado. Y para prolongarse como Pastor en la diócesis, fundó en su propia casa el pequeño seminario “Domingo Savio”, con tres alumnos. Uno de ellos el P. Luis Saldes Irarrázabal, vicario parroquial de san Miguel.

Cuando Chile se ensombreció con puños, banderas, palos y pistolas, levantados en alto, Mons. Boric empezó su vuelta al Padre. Pero cuando él murió, todos aquellos signos de ira se transmutaron en un dolido sentimiento de hermandad.

El Padre y Amigo de los Magallánicos salió de este mundo el 29 de este mes de agosto, en 1973.

Sus restos descansan en la Catedral, el lugar de su Primera Comunión y de su Ordenación Sacerdotal."