FUEGO DE DIOS, ESPÍRITU DE AMOR
En lo referente al fuego,
evidentemente Jesús no es ningún incendiario o uno de esos pirómanos que
pululan por los campos en el tiempo de verano. El fuego que Jesús ha venido a
traer a la tierra es el fuego del conocimiento y del amor del Padre, el fuego de
la caridad y del amor de los unos con los otros, el fuego del Espíritu Santo
que extienda el conocimiento de su nombre hasta todos los confines de la
tierra.
Cuando dice que tiene que recibir
un bautismo, por supuesto que no se refiere al bautismo de Juan que había
recibido ya al comienzo de su predicación, sino al trance de su muerte. Es un
bautismo de sangre, el bautismo de su pasión y muerte, por la que nosotros
habíamos de ser regenerados para la vida eterna. Por eso precisamente desea
recibirlo.
Y cuando dice que no ha venido a
traer la paz, sino la guerra y la desunión en las familias ¿qué quiere decir
Jesús? ¿Cómo es posible que Jesús haya podido decir tal cosa, cuando en las
últimas horas de su vida, rodeado de sus apóstoles en la última cena, dijo: La
paz os dejos mi paz os doy; Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno?
La paz a la que alude Jesús en el
contexto de la última cena es una paz interior, una paz del Espíritu, un gozo
del alma. Y es el resultado de la armonía entre Dios y el hombre interior, algo
tan hermoso que probablemente será necesario experimentarlo alguna vez para
saber lo que es, y para comprender también que es algo que el mundo no puede
dar.
Ahora bien, la paz a la que alude
Jesús en este texto que estamos comentando no tiene ese sentido. Mejor dicho,
tiene un sentido peyorativo. Es una paz externa, la paz de la pereza, del
conformismo, de la cobardía. La paz que existe entre las personas que están
juntas, pero que no tienen ningún lazo interior para estar unidas. No hay nada
fuerte y vigoroso que una a las personas que viven en esa paz. Y en cuanto
surge el menor conflicto, eso será la chispa que haga saltar la paz en que
viven en mil pedazos para dar paso a la guerra y a la división.
Esto es precisamente lo que ocurre
cuando Jesús entra con fuerza en el corazón de una persona. Se adueña de ella y
la condiciona de tal manera que esta persona será una persona distinta, se
sentirá movida a hacer cosas distintas y a renunciar a cosas que antes hacía
con normalidad. Y el impacto puede ser tan fuerte, incluso entre los miembros
de una misma familia, que provocará la desunión entre ellos. La historia se ha
encargado de acreditar esta realidad con la abundancia de casos que se quiera.
Esa es la división que Cristo ha venido a traer. La división de los que no
tenían ninguna razón sólida y fuerte para estar unidos. Y la división de los
que aceptan y rechazan a Cristo en sus vidas.
Aquí puedes escuchar el EVANGELIO de este domingo: