27 octubre, 2013

DOMINGO 30° DEL TIEMPO ORDINARIO


El fariseo, en vez de confrontarse con Dios y con él mismo, se confronta con el pecador; aquí hay un su vicio religioso radical. 

El pecador que está al fondo y no se atreve a levantar sus ojos, se confronta con Dios y consigo mismo y ahí está la explicación de por qué Jesús está más cerca de él que del fariseo. El pecador ha sabido entender a Dios como misericordia y como bondad. 

El fariseo, por el contrario, nunca ha entendido a Dios humana y rectamente. Éste extrae de su propia justicia la razón de su salvación y de su felicidad; el publicano solamente se fía del amor y de la misericordia de Dios. El fariseo, que no sabe encontrar a Dios, tampoco sabe encontrar a su prójimo porque nunca cambiará en sus juicios negativos sobre él. 

El publicano, en cambio, no tiene nada contra el que se considera justo, porque ha encontrado en Dios muchas razones para pensar bien de todos. 

El fariseo ha hecho del vicio virtud; el publicano ha hecho de la religión una necesidad de curación verdadera. Solamente dice una oración, en muy pocas palabras: “ten piedad de mí porque soy un pecador”. 

La retahíla de cosas que el fariseo pronuncia en su plegaria han dejado su oración en un vacío y son el reflejo de una religión que no une con Dios.


EL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO


20 octubre, 2013

DOMINGO 29° DEL TIEMPO ORDINARIO


La Oración: Aliento de Vida

¿Ponemos nuestra vida misma en nuestra oración, o bien sólo recitamos fórmulas, aunque estemos de acuerdo con sus contenidos?

Ojalá pudiéramos expresar en oración lo que vivimos, vocear nuestras miserias, y gritar nuestras alegrías, persistir orando, sin cejar, insistiendo, contra todos los pronósticos, porque nuestra oración es contra todos los pronósticos, y porque la vida misma depende de ella, como también depende la vida de justicia y amor en el mundo.


Este domingo pidamos de nuevo a Jesús: “¡Señor, enséñanos a orar!”  y  unamos nuestras súplicas a las de él. 


EL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO 

13 octubre, 2013

DOMINGO 28° DEL TIEMPO ORDINARIO


¡MUY AGRADECIDO, MUY AGRADECIDO, MUY AGRADECIDO…!

Nosotros apreciamos mucho a las personas agradecidas.

¿Y, a veces, no nos olvidamos nosotros mismos de agradecer?

Muchos, por desgracia, se olvidan del Señor. Miremos todo lo que debemos a Dios: nuestra vida, nuestro cuerpo con sus ojos para ver las maravillas de la naturaleza y nuestros oídos para oír los cantos de la creación. Tenemos en nuestro entorno tanta belleza y tanta buena gente a quien apreciar y amar. Y, sobre todo, Dios mismo se nos ha hecho cercano y ha venido a nosotros en Jesús. Él nos trajo continuo perdón y la capacidad de perdonar y de amar.

Este domingo, gritando a todo pulmón, demos gracias y alabanza a Dios. 

EL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO

Lucas 17, 11-19

06 octubre, 2013

FALLECIÓ LA SEÑORA FRANCISCA


FALLECIÓ DOÑA FRANCISCA UNQUÉN UNQUÉN

Co-fundadora de la Comunidad de Jesús Nazareno.
Sus restos serán velados desde la tarde del lunes en el santuario que propició.

Nació en octubre de 1933 en la isla de Caguach. Sus padres fueron don Juan Antonio Unquén y la señora Sara Unquén. Hermanos de la señora Francisca son: Francisco, Miguelina y José.

No fue al colegio, por motivos de distancia, su mamá le enseñó a leer; más tarde trabajó como cocinera en la escuela “del estero” en Caguach.

Migró a Punta Arenas el año 1965.

En Punta Arenas trabajó en planchado, lavado, como asesora del hogar. Después en una pesquera de la familia Camelio.

Casó en primeras nupcias con don José Orlando Caidane con quien tuvo 5 hijos: Norma, Raúl, Pedro Nolasco, José Reinaldo y Rosa Noelia.

Con su segundo marido, don Juan Levín, tuvo dos hijos: Javier y Daniela.

Vivió varios años en la calle Junta de Gobierno junto a sus hijos, hoy vive con Daniela por motivos de salud.



Doña Francisca y su hermano Francisco, acogieron la propuesta del obispo Tomás González Morales que, a través del Departamento de Migraciones, les invitó a congregarse y a revivir en Magallanes la tradición católica de Chiloé. Así, buscando personas provenientes de Caguach, fundaron la comunidad de Jesús Nazareno, iniciaron la novena en su casa y a medida que aumentaban los adherentes fueron trasladándose a la capilla santo Cura de Ars y más adelante a la sede parroquial de Nuestra Señora de Fátima.

En esta última sede Doña Francisca fue rezadora y fiscala, Coordinadora y Patrona de la imagen, tallerista y artesana, promotora de levantar un santuario propio de Jesús Nazareno.

La Comunidad del santuario de Jesús Nazareno admira, agradece y destaca la perseverancia de la señora Francisca Unquén U. que, verdadera discípula misionera, siempre ha caminado con la comunidad que inició, buscando que su Señor sea conocido y amado no obstante las dificultades que la devoción ha encontrado en el camino.

La señora Francisca ha sido bendecida, viendo germinar la semilla que plantó: un nuevo santuario está surgiendo en nuestra tierra, fuente de gracias para los que conocen a Jesús Nazareno. En los cimientos está la iniciativa y el empeño de una mujer del pueblo, “Doña Pancha”, su carácter tesonero y la comprensión y respaldo del padre obispo y sus delegados episcopales.

La señora Francisca Unquén fue reconocida en su comunidad por esa sabiduría humilde que no busca protagonismo, por su modesta y constante presencia, desde los orígenes hasta sus últimos días con su quebrantada salud.



El domingo 25 de septiembre de 2011, asistió al desfile diocesano del "Día de oración por Chile" en honor de la Virgen del Carmen. En ese marco celebrativo, la señora Francisca recibió la condecoración "Díscípulos - Misioneros" de manos de monseñor Bernardo Bastres F. en nombre de toda la comunidad católica.

Cuando otros pasaron; ella siguió participando, como fiel discípula del Nazareno, de su eucaristía dominical en el santuario o recibiéndola de manos de los ministros en su casa donde falleció en la madrugada de este domingo 6 de octubre. El viernes, había cumplido 80 años de edad.

¡Señora Francisca, descanse en Paz!


EL TESTAMENTO DE DOÑA FRANCISCA UNQUÉN U.




DOMINGO 27 DEL TIEMPO ORDINARIO


Señor, auméntanos la fe.

Las palabras de Jesús gozaban de credibilidad, puesto que fue el primero en ceñirse como un esclavo cualquiera para servir a la mesa: “¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Esta es la razón cristológica de fondo que sustenta el servicio evangélico en sus múltiples ramificaciones y manifestaciones a lo largo de la historia del cristianismo.

La parábola del siervo, fiel reflejo costumbrista del medio en el que Jesús vivió, es una invitación a confiar plenamente en las funciones serviciales que cada uno tiene encomendadas. Más allá del modelo social en que se apoyan, estas palabras adquieren pleno sentido y relevancia para quien ha volcado por la fe su confianza en Dios. Se espera por consiguiente de todo cristiano, y con mayor razón de los guías de la comunidad, que cumpla su tarea con celo y fidelidad sin esperar felicitación o recompensa especial alguna: “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”.


Dios requiere de los suyos “la obediencia de la fe” (Rm 1,5), no entendida como sumisión sino como adhesión libre y agradecida a su propuesta de salvación. Más que como tarea, el creyente acoge su misión como una verdadera bendición de Dios. Quien a Él obedece, aun en medio de las situaciones más adversas, se hará respetar por sus hermanos en la fe. Sólo le queda implorar cada mañana: “Señor, aumenta mi fe”.


Evangelio de este domingo