Domingo 29º del tiempo ordinario.
¿Ponemos nuestra vida en nuestra
oración, o bien sólo recitamos fórmulas, aunque estemos de acuerdo con sus
contenidos?
Ojalá pudiéramos expresar en la oración
lo que vivimos, vocear nuestras miserias, y gritar nuestras alegrías, persistir
orando, sin cejar, insistiendo, contra todos los pronósticos, porque nuestra
oración es contra todos los pronósticos, y porque la vida misma depende de
ella, como también depende la vida de justicia y amor en el mundo.
Este domingo pidamos de nuevo a Jesús: “¡Señor,
enséñanos a orar!” y unamos nuestras súplicas a las de Él.