Domingo 27º del tiempo ordinario.
Afirmaciones bonitas sobre nuestra fe
pueden impresionar a otros y quizás a nosotros mismos, por un momento, pero no
nos cambian.
La inspiración para cambiar y
convertirnos al evangelio procede de testigos vivientes, que nos inspiran sobre
todo por la forma como viven.
Con frecuencia los discípulos ni
siquiera entendieron a Jesús en su predicación, pero veían lo que hacía, y cómo
vivía.
Los apóstoles admiraban a Jesús, y por
eso le pidieron: “¡Señor, aumenta nuestra fe!”.
La gente nos considera a nosotros
cristianos practicantes, pero el meollo de la cuestión es a ver si de verdad
somos creyentes, personas de fe, cercanos a nuestro Señor, que vivimos con
coherencia conforme a lo que creemos.
Pidamos también nosotros: “¡Señor,
aumenta nuestra fe!”.