En esta celebración de Todos los Santos
nos preguntamos: ¿Qué idea tenemos de los santos? Son para nosotros como
soñadores idealistas, fuera de todo contacto con el mundo y con la gente,
pasivos y tristones como sus estatuas? La liturgia de hoy nos
cuenta una historia diferente.
Los Santos son gente como nosotros,
con la misma carne y sangre que nosotros. Pero tuvieron la valentía de ser
diferentes, de hacer las cosas ordinarias de la vida a la manera extraordinaria
de Cristo, de quien toman su valor.
Ellos nos avergüenzan con su serena, pero
fuerte amabilidad, su integridad, su entrega a Dios y a sus hermanos,
trabajando por la justicia, la verdad y la paz. Pidámosle al Señor, que está
aquí con nosotros, la fuerza para seguirle a él como ellos lo hicieron.
Oh Dios de
esperanza y Señor del futuro:
Por medio de los
santos nos inspiras hoy
con nuevas
esperanzas en el futuro del mundo y de la gente.
Que nos percatemos,
Señor,
de que, con tu
fuerza,
hasta nuestros
sueños más atrevidos
pueden hacerse
realidad,
e incluso pueden
ser superados:
que la justicia,
la paz y el amor
sean valores por
los que valga la pena vivir y morir,
y que, un día,
tú corones
tu propio trabajo
en nosotros,
por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.