02 marzo, 2014

DOMINGO 8° DEL TIEMPO ORDINARIO



“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia”

Este texto que Jesús dedica a todos sus discípulos, de antes y de ahora, trata de cuestionarnos si somos verdaderos portadores del Reino de Dios en nuestras vidas. 

Porque el Reino del que habla Jesús no es ficticio, ni un concepto abstracto, sino más bien es un Reino que se inicia en la tierra y consiste en sembrar amor y justicia en nuestras vidas y en las obras que hacemos.

Vivimos dentro de un contexto histórico, social, económico, y a veces implica que estamos más preocupados de cuestiones transitorias y superfluas, idolatrando muchas cosas que en realidad no son tan importantes. Y es precisamente en este aspecto en el que Jesús incide una y otra vez, si de verdad estamos centrados en el mensaje de Dios en nuestras vidas.

Con esta advertencia Jesús no intenta condenar el mundo sin más, ni que huyamos de lo que sucede a nuestro alrededor. Más bien es tener claro nuestras prioridades de ser hijos e hijas de Dios, y por tanto tenemos la tarea de ser testigos de Jesús siendo coherentes en nuestras vidas de cristianos. Y de esta manera nos pide que seamos portadores de esperanza, que logremos establecer caminos de paz, demostrando ante todo que somos dignos hijos suyos.

El centro de nuestra vida y misión de ser cristianos, es estar atentos a la implantación de la justicia de Dios, que pasa por vivir de acuerdo a un estilo de vida que intenta superar obstáculos y dificultades. Pasa por ponernos en el lugar del otro, siendo participes de sus alegrías y sufrimientos, estar cerca de los que peor lo pasan, de los que menos posibilidades tienen en la vida, y de este modo, seremos auténticamente cristianos.


Dios a través de Jesús nos invita a ser hombres y mujeres que ponen su confianza en él, y que en nuestro camino debemos de construir una verdadera humanidad. 

Todo mensaje de Dios tiene como destinatario a todos nosotros, para que seamos personas auténticas y plenas, que nos sintamos identificados con Dios y con las personas. Porque Dios quiere que seamos su comunidad fraterna, que sepamos compartir todo, que alejemos la falsedad y nos encaminemos a la alegría, a la esperanza, en definitiva a implantar el Reino en todo lo que hacemos y decimos. 

SEMANARIO DE LA DIÓCESIS DE PUNTA ARENAS - CHILE