03 febrero, 2013

DOMINGO 4° DEL TIEMPO ORDINARIO C



“HOY MISMO SE HA CUMPLIDO ESTA PALABRA 
DELANTE DE USTEDES”

Creo que a todos nos han llamado la atención estas palabras de Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. La certeza, la seguridad, la humildad que hay en estas expresiones de Cristo, debería movernos también a nosotros a abrirnos al Espíritu, seguros de que cuanto el Espíritu Santo obre en nosotros, será beneficioso para la Iglesia y para nosotros. Cuentan que Santa Teresita del niño Jesús decía: “¡Cuántas cosas maravillosas haría Dios en las almas, si las almas se dejaran cultivar!”.

Jesús recibe el Espíritu que lo mueve a “anunciar la Buena nueva a los pobres…”, pensemos en que Dios también nos ha ungido a nosotros; que cada uno de nosotros es el Cristo, el ungido de hoy, para los hombres de hoy a quienes tenemos que transmitirles la liberación y la salvación del Evangelio. Por eso dejemos que el Espíritu obre en nosotros, descienda sobre nosotros y actúe en nosotros como Él quiera y para lo que quiera, aunque no siempre lo que Él quiera coincida con nuestro querer y nuestro parecer. El pasaje al que se refiere el texto de hoy y que Jesús leyó en la sinagoga, dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí: el Señor me consagró por su Espíritu. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

Como ven, la llegada de Jesús trae una lluvia de beneficios para todos los adoloridos y la liberación de todos los que sufren. A la luz de estas palabras, preguntémonos si es así como concibo yo habitualmente a Jesús. Si es así como concibo mi propia vida cristiana. Dos mil años después de la venida de Jesús, hay todavía mucho por hacer en este sentido: en mi lugar de trabajo, en mi familia, en mis relaciones. Notemos que la persona que anuncia esto tan humano, declara que a través de estas noticias hay una “presencia de Dios”. No se trata sólo de filantropía o de acción social… se trata del proyecto de Dios y de la acción de su Espíritu Santo, por esto Jesús dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”.

Los que escucharon el sermón de Jesús en la sinagoga, quedaron entusiasmados y animados por lo que decía, hasta que el Señor no los tocó con sus palabras. Ahí se pusieron furiosos y hasta quisieron matarlo. Esto hay que tenerlo en cuenta. Pasa también en nuestra sociedad: la gente se entusiasma con los pastores o con los laicos cristianos y aplauden sus discursos y sus opiniones, mientras no toquen sus intereses o su modo de estar viviendo. En la sinagoga de Nazaret, Jesús les mostró su programa de acción y se lo aplaudieron, pero cuando se puso a explicarlo, no quisieron aceptar su enseñanza ni su decisión de hacer partícipes de los bienes de Dios a todos los hombres, y no sólo a los hebreos. Orgullo, egoísmo y decisiones asesinas: se enfurecieron –dice el texto- y lo arrastraron hasta un barranco para arrojarlo desde ahí: ¡nada menos! Así pasa cuando los obispos o el Papa tocan ciertos temas ¡muchos quisieran tener un barranco cerca! En casos así, aprendamos a tener la serenidad de Jesús y su prudencia: “Jesús se abrió paso entre ellos… y se alejaba” –dice el evangelista-.

La Palabra de Dios es eterna. El pasaje de Isaías tenía centenares de años, pero no era un documento del pasado. Lo mismo podemos decir ahora: también Hoy el Señor nos interpela.