UNA CASA DE
ENCUENTRO CON EL SEÑOR Y LOS HERMANOS
UNA PALABRA
EN TORNO A LO VIVIDO
EN NUESTRA
IGLESIA CATEDRAL…
Queridos hermanos y hermanas en la
fe.
El domingo pasado escribía una
carta para introducir nuestro año pastoral, donde invitaba a que asumiéramos la
llamada del apóstol San Pablo a los Romanos: “…Cuando se cree con el corazón
actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación” (10, 10), pensando en
la invitación que nos hace el Papa Benedicto XVI a vivir un año centrado en la
fe.
Pero ese mismo Domingo 13 de enero,
Fiesta del Bautismo del Señor, en la tarde no pudimos celebrar la Eucaristía en
nuestro principal templo, porque un grupo de exaltados, muchos jóvenes y
adolescentes, de forma violenta entraron en la Iglesia Catedral y dirigiéndose
al Presbiterio comenzaron a gritar todo clase de improperios contra mi persona,
contra los pedófilos, contra la Iglesia y contra la matanza de los perros.
Exigían que saliera a dialogar con ellos, pero quienes estaban allí, entre
ellos el Vicario General, me lo desaconsejaron debido a que no contábamos con
ningún resguardo policial. Mientras tanto, comenzaron a destruir los floreros y
arrojaban sillas sobre el altar. Invité a la sacristía a una Señora que hacía
de vocera, con la cual fue imposible dialogar, pues estaba fuera de sí y lo
único que me decía que yo era el “autor intelectual del asesinato de los
perros”.
Entre algunos miembros de la
comunidad, los diáconos, controlaban que los manifestantes no entraran en la
sacristía, es allí donde un par de muchachos encapuchados patearon la puerta
hasta destruirla.
A eso de las 19,40 hrs., los mismos
manifestantes se comenzaron a retirar de la Catedral, y en ese momento llegó el
General de Carabineros y luego el Sr. Intendente.
Los daños materiales son
significativos: destrucción del mármol del altar, pues no sólo tiraron objetos,
sino que sobre él se pararon algunas muchachas y muchachos que lo pateaban con
todas sus fuerzas. También hay destrucción de bancas, floreros, manteles y la
reja del patio de la casa parroquial.
Pero ciertamente, el daño más grave
ha sido de carácter moral. Los fieles que esperaban el inicio de la Eucaristía
se vieron replegados, violentados y no se les permitió que pudieran tener la
celebración en la que deseaban participar. Algunos de ellos habían pedido orar
por sus difuntos.
El Templo no sólo fue profanado con
gritos y garabatos, con algunos de los muchachos fumando, sino que fue
profanado el altar, los signos religiosos y sobre todo la centenaria tradición
del respeto por el lugar del culto. Robaron el cáliz, campanas y la caja con la
llave del sagrario.
Como reflexión personal, les puedo
compartir que nunca había experimentado tanto rencor y odio en el rostro y las
expresiones de estos muchachos, la gran mayoría me parece eran menores de edad.
Ellos estuvieron instigados y azuzados por algunos adultos, incluso uno de
ellos le pasó un jarro para que lo lanzaran contra carabineros, ante lo cual
los mismos jóvenes no accedieron, sino ahora estaríamos lamentando algo peor.
Lo vivido en esa tarde en la
Iglesia Catedral, es algo destemplado y nos coloca en un nuevo escenario que
deberemos conocer y evangelizar.
Mis palabras frente al ataque que
recibió un feligrés a la salida de Misa del Domingo 6 de Enero fueron: “no
puede ser que en este momento los perros nos estén comiendo vivos… a mí me
parece que estamos en una emergencia y hay que actuar como emergencia”. Ante la
pregunta que el periodista me formuló si había algún mandato bíblico que se
opusiera a la eliminación de los canes, respondí: “Dios creó las cosas y las
puso al servicio del ser humano, ése es el principio del Génesis. Todo está al
servicio nuestro, yo no estoy por matar al perro, por matar perros, porque eso
sería una cosa de barbarie. Pero no puede ser que en este momento tengamos una
invasión de perros, y tengan más derechos que nosotros” (La Prensa Austral,
lunes 7 de enero, pág. 3). Luego algunos tomaron la noticia y la comenzaron a
tergiversar, manifestando que yo optaba por la eutanasia. No quise hacer
ninguna declaración porque sabemos que no tiene ningún efecto.
Nunca he invitado a sacrificar los
animales y menos que alguno se abrogue el derecho a realizarlo por su propia
cuenta, pues tengo la firma convicción que decisiones de esta envergadura
corresponden a las autoridades. Por ello, condené desde el primer momento la
matanza indiscriminada de estos animales.
Agradezco las muestras de cariño,
cercanía y apoyo de todos ustedes y cuando veamos que es un tiempo más oportuno
llamaremos a realizar un acto de desagravio, para pedirle perdón al Señor por
esta profanación que hemos sufrido.
Un saludo
con afecto de padre y pastor.
+ Bernardo
Bastres Florence
Padre
Obispo de Magallanes