Hoy en
día hay muchos millones y millones que padecen de hambre. Pero ¿es solo de pan,
o de arroz o de su alimento básico? Como cristianos tenemos que preocuparnos
por el problema del hambre en el mundo, pero no deberíamos olvidar la tremenda
hambre espiritual, que anhela respeto de la dignidad personal y de los valores
humanos, de justicia y de paz. Hay Alguien que vino a vivir entre la gente para
satisfacer las más profundas hambres del hombre y se hizo a sí mismo pan para
la vida del mundo. Es Jesús, el Señor, que está aquí en medio de nosotros. Si
creemos en él y le seguimos en su camino de entrega de sí mismo, podemos
trabajar por medio de él y con él para llevarle, a un mundo hambriento, el
alimento eficaz que sacie toda clase de hambre.