Señor
Mío y Dios Mío
Ocho días después de la resurrección,
los discípulos de Jesús estaban juntos,
con miedo, creyendo, pero aun así
dudando, ya que el hecho de que Jesús viviera era demasiado bueno para ser
verdad.
De la misma manera nosotros hoy nos reunimos
cada domingo como comunidad de Jesús.
Sin embargo, nosotros también somos con
frecuencia tímidos y tenemos miedo, estamos llenos de preguntas, quizás de
dudas, y con una fe frágil.
Pero estamos juntos en la Eucaristía
dominical porque somos una comunidad que
cree en Jesucristo.
Sabemos que Jesús Nazareno está presente
en medio de nosotros, aunque nuestros ojos no pueden verle.
Y con Tomás decimos cada vez que Jesús
se hace presente en la eucaristía: “Señor mío y Dios mío”.