Domingo 26º del tiempo ordinario
Sabemos que en nuestro país, y en
cualquier otra parte -de hecho en amplias zonas del mundo-, existe un ancho y
escandaloso espacio entre ricos y pobres.
Mucha gente se pregunta, espero que
nosotros también: “¿Qué puedo hacer yo frente a toda esta miseria? Mis medios y
recursos son muy limitados, y no puedo cargar sobre mis hombros todo el peso
del mundo”.
Pero sí sabemos lo que el evangelio del
pobre Lázaro y del rico epulón nos pide.
Si todos -cada uno en su propio lugar-
contribuyéramos con nuestra participación a solucionar los problemas de
pobreza, necesidad y sufrimiento, ¡cuánto mejor llegaría a ser nuestro mundo y
cuánto más cercano estaría el Reino!
No necesitamos que venga un ángel a decirnos
nada. Escuchemos el claro mensaje de Jesús, en el evangelio de hoy.