Domingo
23º del tiempo ordinario
A primera vista parece contradictorio
que, por una parte, Jesús presenta su mensaje e incluso se presenta a sí mismo
como una invitación, como una oferta libre que podemos aceptar o rechazar; y,
por otra, como una exigencia estricta.
El evangelio de hoy derrama luz sobre
esta paradoja:
Sí, lo que Jesús nos ofrece es un don, y
nadie se ve forzado a aceptarlo.
Permanecemos libres; pero, si lo
aceptamos, será exigente con nosotros.
Tenemos que poner a Jesús y su Reino por
encima incluso de nuestras relaciones y deseos más queridos.
Por eso tenemos que pensarlo dos veces
antes de aceptarlo, sabiendo que, con Jesús y en virtud de su fuerza, podremos
responder a su llamado, por difícil que sea, y que seremos felices.
Jesús nos invita y nos da su fuerza en cada
uno de nuestros encuentros con Él.