Con una semana de experiencias atesoradas, retornaron al Archipiélago los 34 Fiscales que peregrinaron a nuestro santuario acompañados por el Pbro. Rector del santuario de Caguach, Don Arturo Mansilla G., por Don Milton Díaz G., cura vicario de la Parroquia de Quellón, y Sor Eulalia Mansilla M., religiosa franciscana de la Comunidad de Castro.
Con Vigilia y Eucaristía se
despidieron los fiscales de Chiloé que peregrinaron al santuario de Jesús
Nazareno en Punta Arenas.
El sábado 14, por la tarde, se
realizó la despedida de los 37 peregrinos que vinieron desde Chiloé a compartir
la espiritualidad nazarena con la Comunidad del Santuario patagónico y con la
Comunidad María de Nazaret en Río Gallegos.
La Vigilia armonizó los momentos
litúrgicos y gastronómicos: a las 17.00 horas los visitantes agasajaron a los
dueños de casa con una once en que se intercambiaron recetas antiguas y nuevas
para elaborar la papa.
A las 18.00 horas se inició el
canto de las I Vísperas del domingo tercero de adviento presididas por el
rector del santuario puntarenense.
A las 18.45 correspondió presidir al rector
del santuario de Caguach el canto de alabanzas y gozos marianos conservados en
la memoria de los fiscales visitantes.
A las 19.30 fue el turno del Vicario de
Quellón que, con sabias exhortaciones concatenó la recitación y cantos de
versos tradicionales dedicados a Jesús Nazareno en los misterios de su Pasión y
Muerte en cruz.
El Equipo de Comunicaciones del santuario registró cada una de
las etapas celebrativas.
La concelebración eucarística
presidida por el rector del santuario de Caguach fue el momento álgido de la
vigilia, expresión de la alta estima que las iglesias de Chiloé y Magallanes
tienen por la tradición y la religiosidad popular.
Con intercambio de regalos se
desarrolló, más tarde, la cena de despedida con la abundancia de fraternidad y
de bienes de Dios que solo en las mesas de los pobres es dable conocer.
Todos agradecidos, los viajeros se
marcharon en la mañana del domingo 15, cargados de emociones y reconocidos de
la hospitalidad, virtud cristiana y chilota que brilló en las casas de las
familias que los alojaron y atendieron durante una semana.