EL PARAÍSO,
RESTAURADO EN MARÍA
María
acompaña en el camino a todos los que caminamos hacia el Reino. La Iglesia proclama
hoy con María, la virgen concebida sin pecado, las proféticas palabras: “Me
regocijo de alegría en el Señor, mi alma se alegra en mi Dios”. ¿Por qué esta
alegría? Porque María es como el jardín de la humanidad donde Dios hace brotar
la buena semilla. Porque ella es la sierva del Señor y la imagen de lo que la
Iglesia aspira a vivir. Dios es fiel a sus promesas y, por medio de María, nos
dio a nuestro Salvador. María es, entre todos los hombres y mujeres de la
humanidad, la primera y la única que fue preservada del pecado. Ella es el
paraíso restaurado donde Dios y el pueblo se encuentran mutuamente.
Demos
gracias a Dios por haber escogido a María como Madre de su Hijo, y por
preservarla de todo pecado desde el primer momento de su vida. Que ese signo de
su amor sin límites nos dé fuerza y esperanza para vencer al mal en todas sus
formas. Que sepamos responder a su cariñosa bondad con la misma fe de María,
con el poder de la gracia conseguida para nosotros por Jesús, nuestro Guía,
Maestro y Señor.