Un Amor sin Fronteras
La Liturgia de este domingo nos recuerda,
una vez más, que el corazón del cristianismo es el amor:
Amor a Dios, amor de unos para con
otros.
Jesús nos dice que tenemos que amarnos
unos a otros como él nos ha amado.
Éste es un amor muy exigente, ya que nos
compromete a amar no sólo a los que nos caen bien y que nos aman o son
compañeros cristianos de las mismas ideas, sino también a los difíciles, a los
“no atrayentes”, a gente muy lejos de ser perfecta, a marginados y extraños…
Eso no es tan fácil, y esa es
probablemente la razón por la que él lo llama “mandamiento”.
Pidamos al Señor en este domingo que nos
haga posible crecer en esta apertura de auténtico amor.