Es
muy tranquilizador saber que nuestro guía nos conoce personalmente y nos llama
por nuestro nombre.
Podemos
pensar o decir: Él me conoce y yo lo conozco a él.
Esto
exige una confianza, lealtad y amor más profundos.
Este
Domingo del Buen Pastor Jesús mismo nos recuerda cómo nos conoce personalmente.
Al
mismo tiempo, el hecho de que también nosotros le conozcamos a él, al menos un
poco, cambia nuestra vida entera; porque conociéndole a él, conocemos a Dios.
Experimentamos en él la bondad, el cuidado y la presencia íntima de Dios en la
vida de cada día.
Ojalá
podamos estar cerca los unos de los otros, y los pastores, como Jesús, pudieran
estar cercanos a su pueblo.