María,
alabanza femenina a la gracia de Dios
El Evangelio de san Lucas testifica que nada es imposible para Dios. Este
texto nos habla del poder de Dios, manifestado en el seno de María cuando concibió
a Jesús, momento sublime en que el Hijo de Dios tomó un minúsculo pedacito de
este mundo y se hizo verdaderamente hombre. En este texto bíblico, se destaca
la figura de la mujer. Dios no quiso prescindir de su maternidad para realizar
su plan de salvación, y en el diálogo del ángel con María se muestra la
delicadeza que tiene con su criatura elegida. En la primera respuesta de María,
se advierte que había en ella una opción por la virginidad (v. 34). En la
segunda respuesta (v. 38), donde María no dice “cumpliré”, sino “que se
cumpla”, se puede apreciar la convicción de que aquí todo depende de la
iniciativa divina, de su plan y de su poder, ya que el niño que nacería,
estaría por excelencia “consagrado” a los planes del Padre. María es la mejor alabanza
femenina a la gracia de Dios, es el signo más perfecto de lo que puede hacer el
Espíritu de Dios en el corazón de una mujer que se deja tomar con docilidad.
Celebrar en esta fecha la Inmaculada Concepción de María significa reconocer la
mirada de predilección de Dios hacia ella, que, al elegirla como Madre de su
Hijo, la preparó con su gracia como una morada digna. Esa obra de su gracia la
hizo plenamente disponible a Dios, la liberó de las resistencias del orgullo
humano y del deseo de autonomía frente a Dios. El evangelio de Lucas describe
esta santidad de María presentándola como la “feliz” por excelencia (Lc 1, 45.
47-48), es decir, la que vivió como nadie el espíritu de las bienaventuranzas,
el estilo de vida que Jesús enseñó a sus discípulos.
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