La Santísima Trinidad
“Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.”
“Pregunta…pregunta… ¿ha habido algún Dios como nuestro Dios…?” (Dt. 4,32) ¿Algún Dios que amara a su criatura y la prefiriera a su propia invulnerabilidad?
Hoy es el día del gran misterio: de estupor y de comunión a un tiempo, de adoración y acción, simultáneamente.
“Vayan y anuncien el Nombre sobre todo nombre… No teman. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra…. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. (Mt.28)
Esta solemnidad nos desborda, pero lleva en su entraña la persuasión de que somos amados, enviados para dar la gran noticia a todas las naciones, y al propio tiempo somos actuados por Aquel que estará con nosotros siempre. No es una Divinidad estática y lejana, es un efluvio imparable de Amor que nos traspasa y configura. Y siempre en acción, porque no hay causa sin efectos y los efectos de esa gran Causa son incesantes. De ahí que Dios mismo intente vivir en cada uno de nosotros la atención, adoración y expansión del misterio. Nosotros, a solas, no sabemos. Con El, actuados por Él, podemos ir con arrojo y sin miedo donde El nos conduzca, para darle a conocer.