UN DEDO Y UNA VOZ
Hoy celebramos el nacimiento de Juan el
Bautista, precursor de Jesucristo.
Tal como los artistas han representado a
Juan el Bautista, hay dos símbolos que lo tipifican claramente.
El primero es: la boca que grita.
El Bautista es la voz del que clama en
el desierto, llamando a la gente a conversión. Es una voz a la que no se le
puede acallar. Increpa y reprende, tanto a los líderes religiosos como a la
gente común y corriente, y les urge a cambiar sus vidas. Sin ningún miedo, se
enfrenta incluso con el Rey Herodes y le conmina a acabar con su adulterio.
Juan paga muy caro por ese enfrentamiento, ya que eso le va a costar su cabeza.
El segundo símbolo es el dedo, que
señala al Mesías que llega.
Y por esto también paga caro, ya que
muchos de sus mismos discípulos le abandonan para seguir a Jesús. A pesar de
todo, él sigue adelante: Aquel a quien él anuncia tiene que crecer y ser mayor;
él mismo, Juan, debe menguar, ser menor.
Sí, Juan fue un gran hombre.
“El mayor profeta”, dirá Jesús.