Jesús desciende a las aguas del Jordán
Cuando Jesús pidió a Juan que le bautizara en el río Jordán, como a
muchos otros, percibió claramente que su misión era salvar a los hombres de sus
pecados.
Jesús no tenía pecado, pero se
hizo a sí mismo uno con la gente en su debilidad. Y entonces Dios lo confirmó
en su misión diciendo: "Éste es mi Hijo amado".
Cuando nosotros
recibimos el bautismo, expresamos, por medio de nuestros padres y padrinos, que
hemos llegado a ser uno con Jesús.
Desde aquel día participamos con Jesús en su
tarea de servir y salvar a los hombres. Si lo hacemos así, entonces Dios puede
decirnos a nosotros también: "Tú eres mi hijo o hija amado/a".
Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas - Chile