“Nadie me quita
la vida, sino que la doy por mí mismo”
Avanzamos en el camino
pascual. El Resucitado, en las lecturas del Evangelio de estos domingos
pasados, regala paz -“su paz”- a quienes se encuentran con Él. Con cada uno
tiene una experiencia única y personal de encuentro. A todos les envía al
testimonio y la misión.
Con un lenguaje diferente
encontramos en la alegoría del buen pastor de la liturgia de hoy el mismo
mensaje. Ahora es el cristiano, nuevo resucitado por el bautismo, el que tiene
la misión de repetir la entrega pascual de Jesús: amar y trabajar por la paz,
cuidar la intimidad con el Pastor, vivir el testimonio. Como si la puerta de la
vida feliz, resucitada y salvada, sólo estuviera en la entrega personal: “Nadie
me quita la vida, sino que la doy por mí mismo”
El cuarto domingo de
Pascua la Iglesia lo dedica a orar por las vocaciones a la “vida entregada” al
modo de la de Jesús. Este año bajo el lema “Las vocaciones, don de la caridad
de Dios” recordamos el mensaje de la segunda lectura: el amor especial del
Padre que nos llama hijos suyos y nos envía a que el mundo lo conozca.
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