14 septiembre, 2014

DOMINGO 24° DEL TIEMPO ORDINARIO


¿Cuántas veces tengo que perdonar...?

No es una pregunta teórica, ni el inicio de un debate entre expertos, ni la introducción retórica a un discurso. Se trata, más bien, de una cuestión que arranca de la experiencia universal de las relaciones humanas y su complejidad.

La presencia de los otros en nuestra vida es motivo de grandes satisfacciones, pero también de inevitables roces y heridas. Roces y heridas ante los que reaccionamos. Hay una reacción, aparentemente muy natural, que es la de la venganza. Incluso hemos teorizado sobre ella. Es la llamada ley del talión. Las personas, y los pueblos, reclamamos el derecho de responder a nuestros agresores, dándoles una respuesta contundente, reparadora y disuasoria a su acción. ¿Quiénes de nuestra generación no recuerdan aquella operación que quiso llamarse “justicia infinita”?

Aparentemente muy natural, y muy asentada en nuestra cultura, como en tantas otras, pero ¿es la mejor respuesta a una herida? Jesús plantea otro modo de actuar: presenta la otra mejilla, dale además de la túnica el manto, y camina dos millas con quien te obligue a andar una (Mt 5,38-42). Él reconoció ese modo de actuar en algunos humanos: “bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7) y fue su propio modo de actuar cuando pidió al Padre desde la cruz que perdonara a quienes le maltrataban (Lc 23,34).


Para Jesús, acierta en la vida, quien es capaz de perdonar. No sólo de olvidar, remedando el dicho, no sólo mirar para otra parte o no darse por enterado del daño en cuestión. El perdón es algo más: es aceptar al otro como es, comprenderle en su fragilidad y amarle sin condiciones. Es entender también que la violencia engendra nuevas violencias. Perdonar una y otra vez, no sólo hasta siete veces (número alegórico de multitud) sino hasta setenta veces siete: siempre. 


Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas - Chile




Programa radial de este domingo 
emitido por radio Polar al mediodía.